Teoría impertinente de la lectura – EL PAIS

Es agosto y la playa está llena de gente. Observo a mi hija mientras lee tumbada en una hamaca, en medio de los gritos, los bañistas, los paseantes, las cometas y los vendedores de patatas fritas. El acto de leer delimita para ella un espacio propio, un reino singular de soledad y absoluta pertenencia. Siento lo mismo que cuando veo a alguien leer en el metro, en los aeropuertos o en el banco de una plaza. Aunque soy de los que prefiere refugiarse en el ámbito de una butaca familiar, reconozco la sigilosa intimidad que traza las fronteras personales del lector callejero entre la multitud.

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2 Comments

  1. Abelardo Martínez el 19 agosto 2009 a las 09:17

    Al igual que las sensaciones descritas por el autor del articulo, al ver a su hija absorta en la lectura de un libro entre el bullicio y la algarabia de una playa, siento lo mismo en mi casa al ver a mi mujer y mi hija ocupadas en sus lecturas mientras veo la television o leo la prensa; es mas siento una sana envidia al poder ensimismarse de tal forma que ni el ruido de la television ni mis comentarios, hacen que pierdan el hilo de la novela que estan leyendo.

    Siento envidia sana, al ver como dia a dia va cayendo poco a poco esa novela, que a veces pasa de las ochocientas paginas y me encantaria tambien poder saber lo que se siente ante tal proeza. Lo que ya no me sienta tan bien, es cuando mas a menudo de lo que yo quisiera, a veces me miran y siempre hacen el mismo comentario: «Lo que no puedo comprender es como puede haber un escritor que no lee» y cuando ya me dejan hecho polvo es cuando al final apostillan: «Cuando vayas a un acto no se te ocurra decir a nadie que no lees nada, porque vas a quedar fatal». Entonces me embarga todo tipo de culpas y remordimientos y callo, pues no tengo argumentos para desbaratar tales afirmaciones. En cierto modo, se sienten superiores a mi en ese aspecto y en otros muchos me imagino; es mas, a veces tuvieron la desfachatez de querer ponerme al dia en pocos minutos de las novedades editoriales y los libros que mas se estaban vendiendo, al enterarse recientemente que iba a ser jurado en un certamen internacional de microrrelatos.

    Me da pena reconocerlo, y creo que hay que ser valiente para asumirlo, pero leo poco, muy poco, leo de vez en cuando algun libro de poesia. Empece a leer hace tres meses una novela de mi amigo Emili Piera y bueno, cuando retomo la lectura de la misma apenas me acuerdo ya de como iba la trama; no es por vago ni mucho menos; hoy dia escribo a un ritmo endiablado y mi proximo libro, lo he escrito en dos meses escasos; lo que pasa es que me da pereza (Hablo de novela), me gustaria que me gustara leer, como bien nos describe el poeta Garcia Montero sobre su hija, pero no puedo, no tengo paciencia y al final cuando cualquier persona me pregunta que estoy leyendo actualmente o me pregunta el nombre del autor de tal libro, que ahora es un exito de ventas…. tengo que salirme por los cerros de Ubeda, nunca mejor dicho; en ese aspecto soy analfabeto total, lo cual me trae muchos quebraderos internos. Todos los poetas, todos los escritores se forjaron leyendo cientos de libros, los guardan en sus librerias como trofeos de caza. En mi casa habran unos cuatrocientos libros, los cuales han sido leidos uno a uno por mi mujer e hija. Lo siento mucho, pero lo tenia que contar, ahora me siento mejor.

    Siento envidia, por que me gustaria que me gustara leer de la forma que a ellas les gusta



    • Abelardo Martínez el 17 septiembre 2009 a las 14:52

      Tan solo, agradecer publicamente a los novelistas Emili Piera, Carles Recio y al poeta Carlos Marzal, quienes se han involucrado en el proyecto de la prisión ValenciaII, y cada Martes de Noviembre, uno de ellos me acompañará en el taller de poesía. Estos tres escritores forman parte ya del proyecto y juntos lo llevaremos a cabo.
      Gracias.