La educación

¿Qué puedo aprender de ti? Esa es la pregunta que se repiten los buenos profesores, aquellos que tienen algo importante que enseñar. ¿Qué puedes enseñarme tú para que mi labor docente sea un proceso de aprendizaje, un esfuerzo por reconocerme y reconocer, una tarea de reconocimiento? Pregunta clave, porque nos ayuda a comprender que todos nos necesitamos y que la libertad es inseparable de la existencia compartida.
La transmisión de saberes supone una reivindicación de los vínculos. Espero de ti algo que necesito: y no para tener, sino para hacerme. Esperas de mí algo que te hace, que nos hace en común, que nos forma como individuos en comunidad. La palabra nosotros establece el presente como un lugar en el que conviven los pasados y los futuros. La educación implica la única confianza verdadera en los vínculos. Nada más vinculado que un profesor a sus alumnos, que un escritor a sus lectores, que el hablante al oyente, que las operaciones del decir y del escuchar, imprescindibles para que las palabras no acaben en palabrería y las enseñanzas no sean ruidos, sermones de catecismo o de trivialidad.
La educación sustituye las identidades posesivas del yo soy por las más abiertas del yo estoy y el yo hago. Estoy con los demás, hago con y para los demás. La dedicación a la enseñanza, igual que ocurre con la medicina, sigue siendo el más alto ejemplo de que la vida laboral no representa sólo el dominio de una tecnología, sino también el ejercicio de una vocación, una llamada que genera en su hacer sentimientos de utilidad, de servicio público y de ciudadanía. La crisis del amor pedagógico parece inevitable en el imperio de la tecnocracia.
No existe contrato social sin contrato pedagógico, sin compromiso con el saber estar y el saber hacer en el nosotros. La libertad no es una selva en la que cada cual impone su ley, la del más fuerte o el más desalmado, sino la obligación de crear un marco de convivencia en el que todos los individuos puedan realizar de forma pacífica, libre y respetuosa sus propias vidas. Por eso el contrato pedagógico es la raíz de la sociedad justa, de la libertad social, de la comunidad que comprende su razón de ser. Afirmó Antonio Machado que no hay nada verdaderamente importante en la vida que no pueda o deba explicarse a un niño o una niña. Basta con encontrar el lenguaje apropiado. Y eso es en el fondo una sociedad, el deseo de un lenguaje, el esfuerzo común para encontrar las palabras que conforman las constituciones, los códigos, los valores públicos y las conciencias.
La defensa de una educación pública libre, común a todos los ciudadanos, sin desigualdades provocadas por el sexo, el poder económico o las identidades cerradas del yo soy, supone la verdadera apuesta por la igualdad y la libertad. El camino que va de los hogares familiares a la escuela pública es la mejor metáfora de la democracia. La nación que no se toma en serio sus inversiones en la educación pública se convierte en una empresa, en una selva, en un vodevil de corruptos y de manipuladores del lenguaje, pero no en una comunidad. Deberían avergonzarse todos los que levantan las banderas nacionales con palabrerías huecas mientras descuidan la educación pública y la formación de sus ciudadanos. Y deberían sentir orgullo de patriotas los que se entregan por vocación a la enseñanza, los que se preguntan todos los días delante de sus alumnos ¿qué puedo aprender de vosotros?, ¿cómo puedo convertir el ayer y el hoy en un mañana no sólo legal, sino legítimo? Resulta poco convincente un patriotismo que no se funde hoy en la defensa radical de los derechos públicos de una sociedad. Y no hay nada más radical que la cultura y la educación.
Felicito a mis compañeros y compañeras de CCOO por el trabajo realizado, por su coraje en la defensa de la educación pública. Y los animo a seguir, junto a las demás fuerzas sindicales y a las organizaciones de padres y alumnos que han levantado la marea verde, para que la educación sea la raíz de una sociedad más libre, más justa y más sabia. Cada vez que me habéis invitado a hablar, yo he aprendido a escuchar. Y, al escuchar, he aprendido mucho con vosotros y con vosotras.

Luis García Montero

(Palabras leídas en la inauguración del 11 Congreso de la Federación de Enseñanza de CC.OO)

5 Comments

  1. tedeternura.com el 21 enero 2013 a las 12:48

    Tengo pocos estudios; por no decir ninguno; ya que por circunstancias personales no pude ir mucho tiempo al colegio y además nunca me ha gustado estudiar. Si que tengo una hija que ha recibido una «educación» universitaria, se ha sacado una carrera y habla 4 idiomas con 26 años: pero si algo he sacado en claro a través del seguimiento que he hecho de toda su trayectoria; es que MUCHA LETRA Y POCOS VALORES; creo que si no hubiera recibido una educación que tanto su padre como yo le dimos desde que empezó a andar por la vida; poco habría aprendido en las escuelas acerca de la SENSIBILIDAD, de la BONDAD, del RESPETO; además de infundirle un declarado temor al TABACO, a las DROGAS, al BOTELLÓN, a la AGRESIVIDAD callejera; y fomentarle la HONESTIDAD en todas sus facetas.
    He visto a mi hija enferma de los nervios por los EXAGERADOS EXÁMENES que ha tenido que llevar adelante, por las injusticias y desprecios por el color de su piel, porque se ha negado a consumir porros con las supuestas amistades de clase, y por otras muchas cosas que quizás no dejarían demasiado bien a más de un profesor@ de los que supuestamente le han enseñado a ser una MUJER DE BIEN.
    Y yo me pregunto ¿hace falta tanta letra?… ¿no sería mejor tocar desde temprana edad, la fibra sensible de los chavales, despertándolos a tantas y tantas cosas NOCIVAS, que a buen seguro bien enfocadas los llevarían a una reflexión y a unos hábitos que formarían y conformarían su trayectoria de vida?
    No lo sé señores, esta es la humilde opinión de una mujer sin estudios, disculpenme si me he atrevido a escribir mi VERDAD; y de esta manera, sacarme un poco la pena de encima después de dar una ojeada por este horizonte tan oscuro y poco alentador.
    QUE TENGAN USTEDES BUEN DÍA… RECIBAN MI TERNURA 🙂
    Conxita



  2. Luis García Montero el 22 enero 2013 a las 16:30

    Gracias por tu opinión, Conxita, y un abrazo



  3. Oscar el 22 enero 2013 a las 17:14

    Es que esta sociedad Luis, tal como describes muy bien en las primeras líneas se parece cada vez más a esa canción (una de las que más me emocionan) de tu gran amigo y poeta Joaquín Sabina cuando dice..»y cada vez más tú, y cada vez más yo sin rastro de nosotros»…creo que esa es una de las claves del desastre que vivimos.

    Un abrazo y espero que pases de nuevo por Santander para presentar (y firmar) tu última joya



  4. Ser “de los buenos” | Educando a Carmen el 22 enero 2013 a las 19:18

    […] los vínculos de los que habla Luis García Montero en su artículo “La educación” (https://www.luisgarciamontero.com/articulos-de-prensa/la-educacion/), o la apuesta sin reservas ideológicas o metodológicas por el aprendizaje de nuestro alumnado, o […]



  5. Antonio Ruiz el 7 abril 2013 a las 18:31

    Hola, aunque llego tarde a esta conversación, me veo obligado a intervenir. Como profesor de Lengua y Literatura debo decir que es una suerte que Conxita haya podido educar a su hija tal y como ella comenta, pero no debe ver como un fracaso educativo el que esos valores no se los hayan enseñado en la escuela. Al contrario, creo que todos los mayores de 30 años hemos partido de unos ideales éticos inculcados por la familia y sociedad en general, pero no sólo en la escuela. Ahora, por desgracia, nos vemos abrumados los profesores por la cantidad de papeleo, datos y reuniones que debemos llevar a cabo y que en ocasiones son paralelos a la educación. A esto se une el hecho de que muchos alumnos carezcan de ese interés de Conxita por su hija, por parte de sus padres, con lo cual derivan hacia nosotros gran parte de la educación que se debe hacer en la familia. Esto conlleva que su falta de actitud e interés desemboque en un mal comportamiento en clase que nos impide aprovecharlas como quisiéramos. La educación siempre ha estado en la escuela de manera transversal, pero es indudable que debe partir de la familia y la sociedad en general.
    Gracias por la atención y reciban un cordial saludo.