Recuerdo de Gabriel García Márquez

El día que lo conocí personalmente no pude decirle que lo admiraba. Entró en mi casa, lo conduje al salón con toda naturalidad, les pregunté a Mercedes y a él lo que deseaban tomar, les serví un whisky con hielo y agua… y luego me dediqué a otros invitados.

Estábamos celebrando el cumpleaños de mi mujer, Almudena Grandes. 45 años merecían una fiesta con champán, canciones, velas y amigos. Uno de ellos, Joaquín Sabina, llamó de pronto para decir que estaba García Márquez en Madrid y preguntó si podía traerlo a la fiesta. La pregunta era innecesaria, porque Joaquín ha traído a mi casa de todo. Mejor no contar… Incluso ha traído sus propias desapariciones. En realidad llamaba para advertir que venía con su Gabo y con Mercedes, pero que por favor nadie molestase. Prohibido agobiar, alabar, cansar, pedir libros dedicados. Prohibido asaltar al maestro. Hay ocasiones en las que Joaquín es extremadamente cumplido.

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