Estar en Barcelona

Cansado de los asuntos y los debates del ser, necesito de vez en cuando acudir al modesto refugio del estar. Eso he hecho estos días: he tomado un tren, he visto cómo el campo corre por la ventanilla a una velocidad de vértigo y me he bajado en la estación de Barcelona Sants.

Gustavo Adolfo Bécquer descubrió la velocidad del mundo al subirse como periodista a un tren. El encargo de informar sobre la inauguración de la línea de ferrocarril Madrid-San Sebastián le hizo descubrir el vértigo de la historia contemporánea en el que los acontecimientos se suceden como paisajes devorados por otros paisajes. Era el 15 de agosto de 1864. Años más tarde llegó el avión, llegaron las redes sociales, el mundo digital y la vida condenada a una prisa cada vez más desfiguradora. Desde Bécquer y sus Rimas, la poesía no hace otra cosa que pensar una respuesta humana a esta aceleración que vive para negarlo todo y dejarnos vacíos.

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