Desayuno con furia en El misterioso caso de la política desaparecida

Aquella ira tenía sabor a café con leche y tostadas. La barra del bar clamaba. Todos rompieron a discutir al mismo tiempo, ahogando incluso la artillería pesada de Toñi. No me dejáis hablar, protestaron su boca y la autoridad blanca de su delantal. Este bar es mío. Pero si es que el alcalde de mi pueblo se ha subido el sueldo, dijo Pablo el taxista. Pero si es que mi marido lleva tres años en paro porque no tenemos ningún enchufe, dijo Marta la limpiadora. Pero si es que los políticos viajan mucho en avión, y en businesssss, a Bruselas en business, dijo Amalia la cajera del super. Pero si es que tenemos que costear a los parásitos de los ayuntamientos, las diputaciones, las comunidades autónomas, el Congreso, el Senado y el Parlamento europeo, dijo Andrés el albañil. Pero si es que todos son iguales, todos roban, a todos les regalan trajes, todos reciben sobornos, dijo Jesusa la carnicera. ¿Y quién paga los sobornos? Eh, ¿quién paga los sobornos? ¿O es que sólo tienen la culpa los políticos?, gritó Toñi, apiadada de Azaña que había dejado de escribir en su cuaderno negro y miraba al gallinero con ojos aterrorizados.

Seguir leyendo en Publico.es – 2 agosto 2011