Habitaciones separadas

habitaciones

Título: Habitaciones separadas

Autor: Luis García Montero

Año de publicación: 1994, Madrid

Lugar:

Editorial: Visor

«Tono sostenido, poderosa nostalgia, emoción delicada que no alza la voz, poesía escueta, ceñida, Habitaciones separadas es la obra de un poeta joven, pero ya importante. La poesía de Luis Gracia Montero indica una de las tendencias mas valiosas de la lírica española contemporánea, esa línea que se ha llamado «poesía de la experiencia». Podríamos llamarla también poesía de la vida, poesía que trata de explorar la realidad de todos los días, que colindan por una parte con lo maravilloso y por otra con lo cotidiano. Es un libro lleno de emociones en el cual, estoy seguro, los jóvenes van a reconocerse. Pero no solo ellos, todos nosotros podemos reconocernos en muchos momentos de este libro escrito en versos diáfanos y al mismo tiempo inteligentes»

Octavio Paz

Habitaciones separadas

Está solo. Para seguir camino

se muestra despegado de las cosas.

No lleva provisiones.

Cuando pasan los días

y al final de la tarde piensa en lo sucedido,

tan sólo le conmueve

ese acierto imprevisto

del que pudo vivir la propia vida

en el seguro azar de su conciencia,

así, naturalmente, sin deudas ni banderas.

Una vez dijo amor.

Se poblaron sus labios de ceniza.

Dijo también mañana

con los ojos negados al presente

y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,

fantasmas como saldo,

un camino de nubes.

Soledad, libertad,

dos palabras que suelen apoyarse

en los hombros heridos del viajero.

De todo se hace cargo, de nada se convence.

Sus huellas tienen hoy la quemadura

de los sueños vacíos.

No quiere renunciar. Para seguir camino

acepta que la vida se refugie

en una habitación que no es la suya.

La luz se queda siempre detrás de una ventana.

Al otro lado de la puerta

suele escuchar los pasos de la noche.

Sabe que le resulta necesario

aprender a vivir en otra edad,

en otro amor,

en otro tiempo.

Tiempo de habitaciones separadas.

Life vest under your seat

A Dionisio y José Olivio

Señores pasajeros buenas tardes

y Nueva York al fondo todavía,

delicadas las torres de Manhattan

con la luz sumergida de una muchacha triste,

buenas tardes señores pasajeros,

mantendremos en vuelo doce mil pies de altura,

altos como su cuerpo en el pasillo

de la Universidad, una pregunta,

podría repetirme el título del libro,

cumpliendo normas internacionales,

las cuatro ventanillas de emergencia,

pero habrá que cenar, tal vez alguna copa,

casi vivir sin vínculo y sin límites,

modos de ver la noche y estar en los cristales

del alba, regresando,

y muchas otras noches regresando

bajo edificios de temblor acuático,

a una velocidad de novecientos

kilómetros, te dije

que nunca resistí las despedidas,

al aeropuerto no,

prefiero tu recuerdo por mi casa,

apoyado en el piano del Bar Andalucía,

bajo el cielo violeta

de los amaneceres de Manhattam,

igual que dos desnudos en penumbra

con Nueva York al fondo, todavía

al aeropuerto no,

rogamos hagan uso

del cinturón, no fumen

hasta que despeguemos,

cuiden que estén derechos los respaldos,

me tienes que llamar, de sus asientos.