Una casa vacía
Una casa vacía es un buen lugar para encontrar cosas. Cerrada durante muchos meses, con pocos muebles y paredes desnudas, la casa de verano se llena de sorpresas. Abro la puerta, dejo las maletas al pie de la escalera y me dedico con tranquilidad a pisar el vacío. Reconozco algunas sombras, algunos silencios, la paciencia de los objetos que esperan a que la luz y la brisa del mar entren de nuevo por las ventanas. Tal vez encuentre una sorpresa en la soledad de los cajones, una aparición entre los esqueletos de las perchas en los armarios. La camisa desaparecida o los pantalones sindicalistas, esos que todavía pueden negociar este año con la cintura un convenio colectivo, aguardan en cualquier sitio. La tranquilidad es una casa habitada con lo justo.
Seguir leyendo en Público.es – 1 agosto 2010