Europa
La playa tiene secreto de confesión. Si los católicos van al confesionario dispuestos a medio decir la verdad sin hacer el ridículo, los cuerpos en la playa se atreven a enseñar el paisaje insólito de su humanidad. Estamos casados con nuestros ojos, en la salud y en la enfermedad, en las formas y en las tallas, hasta que la muerte nos separe. Para dignificar mi oficio de mirón, juego durante el paseo por la orilla a identificar el cuerpo de las bañistas con la geografía política. La carne, como cualquier paisaje, es pura ideología.
Seguir leyendo en Publico.es – 10 agosto 2010