Elegía

Las estrellas nos devuelven un olvidado sabor a nosotros mismos. Esperan en el cielo, sin prisa, discretas, hasta que encontramos un momento para tumbarnos en la hierba del verano, o en la hamaca de los recuerdos, dispuestos a escribir con los ojos el nocturno de la intimidad. Mirar hacia la lejanía del universo se convierte en un acto de aproximación personal. Cuando las utopías del humanismo se envenenaron, hizo falta inventarse la disciplina de la razón. Y las ambiciones de la razón universal obligaron a que los individuos buscasen una guía propia para sus relaciones con el mundo. Así nació la ética.

Seguir leyendo en Publico.es – 19 agosto 2010