La última

Quién es la última?”, pregunta la señora del pelo blanco que acaba de llegar a la pescadería. “Soy yo”, respondo, y la mujer se orienta en la cola y toma la vez con toda naturalidad, sin prestarle mucha atención al desajuste de género entre mi respuesta y su pregunta. Está acostumbrada a hablar en femenino, porque el mundo de la despensa, la cocina y la compra diaria en el mercado de abastos fue a lo largo de su vida una cuestión de mujeres. Al oír que la última soy yo, sólo se ríe la niña del pelo rubio que me dio la vez, quizás porque ya se ha educado, seamos optimistas, en otro mundo.

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1 Comments

  1. Abelardo Martínez el 29 agosto 2010 a las 23:21

    El Jueves pasado, pisé por primera vez la pescadería del pueblo donde resido. Tan solo quería un arreglo de marisco para la paella con la que iba a obsequiar a mi mujer e hija. Delante habían dos señoras de avanzada edad, clientas asiduas del local, a tenor de las conversaciones que mantenían con la pescadera, muy coloquial e íntima.

    Me agobian las colas, los supermercados, las cajas donde se agolpan decenas de personas para retratarse antes de abandonar la tienda, labor que a menudo por no decir siempre, delego en mi mujer.

    Quise evitarme la cola del Mercadona y entré en la pescadería del pueblo; después de media hora de espera, me senté en una de las sillas de la pescadería, eso sí, enterándome de los chismes del pueblo, que no son moco de pavo.

    Durante varios meses de charla y compañía con el librero del pueblo, me enteré de tantas cosas que me inspiró mi primera novela, de próxima publicación. Ahora me maldigo de no haber ido a comprar más veces a la pescadería, las largas esperas aguardando la cola sentado en esa silla de madera, hubieran sin duda inspirado una novela mucho más grandiosa; pero bueno, nunca es tarde, para la próxima prometo hacerlo. Eso sí, nada es gratis, hay que pagar un peaje; el precio del marisco me salió casi el doble que en la cadena comercial, pero merecio la pena la espera, ya lo creo que si.