Memoria de la soledad

El 1 de agosto de 1936 fue un día largo y triste en la Embajada de España en París. El Consejo de Ministros francés confirmó la traición de las democracias europeas al Gobierno de la República, aprobando la política de No Intervención en la Guerra Civil española. La luz clara y generosa del verano contrastaba con el corazón deprimido de Fernando de los Ríos, Luis Jiménez de Asúa y Pablo Azcárate. Reunidos en la embajada, redactaron un comunicado pidiendo que esa extraña neutralidad no fuese unilateral y que se impidiera al fascismo y al nazismo intervenir en apoyo de los militares golpistas. Fernando de los Ríos había recibido la noticia del golpe de Estado en Ginebra. El Gobierno le ordenó que se trasladara a Francia y que negociase la compra de armas necesarias para defender la legalidad vigente. Existían leyes internacionales y tratados particulares que justificaban la petición española. Por eso la indignación del intelectual socialista español se convirtió en una terrible sensación de desamparo cuando sus compañeros franceses le volvieron la espalda.

Seguir leyendo en Publico.es – 21 noviembre 2010