Párrocos de un dios sucio
Cuando los jóvenes poetas españoles celebraron en 1927 el homenaje a don Luis de Góngora, Gerardo Diego se encargó de hacer una antología de autores gongorinos. Confesó en su prólogo que le habían sido de mucha ayuda las descalificaciones de los eruditos. Si un escritor era despreciado por algún famoso académico, lo buscaba de forma inmediata, seguro de descubrir una mina de verdadera poesía. Los eruditos siempre acertaban al revés, como los meteorólogos de campanario.
Seguir leyendo en Publico.es – 20 febrero 2011