La decencia democrática

Soy un ingenuo, lo acepto. Después de que mis opiniones sobre política y economía hayan sido calificadas con frecuencia como las ideas inocentes de un poeta ingenuo, me he acostumbrado a aceptar esta posibilidad. Y el motivo de que lo asuma sin demasiada mala conciencia no radica sólo en las buenas intenciones de mi ingenuidad, sino también en los peligros que acarrea delegar en los pragmáticos nuestro sentido de la historia y de la realidad.

Seguir leyendo en Publico.es – 13 marzo 2011