El futuro no está escrito

Debió de ser en 1966. Es el primer recuerdo claro que tengo del viejo estadio de los Cármenes, el campo del Granada Club de Fútbol. Mi padre me llevó a ver un partido contra el Real Madrid. Y no era un Madrid cualquiera, porque el aire ye-yé y la sexta Copa de Europa habían llegado de la mano de Gento, Amancio, Velázquez, Grosso, Sanchís, Pirri y el portero Antonio Betancort. El campo estaba a rebosar, dominado por una ilusión colectiva muy agitada y vociferante, capaz de enfrentarse a toda una potencia internacional y al cielo gris de una mala tarde de octubre. El Granada tenía también un gran portero, Ñito, que acababa de llegar del Valencia. Pero Ñito se había ganado ya una merecida fama de loco. Era capaz de salir jugando el balón hasta el área contraria, mientras que Betancort ejemplificaba la sobriedad y la certeza. En la temporada anterior, había sido premio Zamora al portero menos goleado.

Seguir leyendo en Publico.es – 26 junio 2011