El derecho a la admiración
Una de las energías decisivas de la literatura nace de la capacidad de admiración. El tiempo solitario y minucioso va componiendo una biblioteca íntima, la memoria sucesiva de un deslumbramiento. Mirar las baldas y sentir los recuerdos literarios significa pasear por el aprendizaje de la vida. Los lectores hemos compaginado los adoquines y las aceras de las ciudades con las calles de papel. También tuvimos la experiencia del amor, el miedo, la cólera, la muerte, la duda o la felicidad con un libro en las manos. Nuestros autores y nuestra admiración forman parte de un sentido de la pertenencia.
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