La mano en el fuego

Es mejor dar la mano o echar una mano que poner una mano en el fuego.

La expresión “poner la mano en el fuego” ha cobrado protagonismo en la política española. Me parece todo un síntoma de una crisis ideológica que suele desembocar en la falta de solidez, los golpes de efecto y la sustitución de los debates y los programas en reafirmaciones de carácter moral. Cuando la corrupción se extiende como una enfermedad institucionalizada, es lógico tratar de situarse en el lugar de la ética, o de ocuparlo por completo. Pero la ética no deja de ser un requisito de actuación. Esta deriva de sustituir con la bandera ética todo debate político sobre la economía, el trabajo y la organización social forma parte de la inutilidad de los partidos y de la melancolía democrática. Abstenerse de robar está muy bien, pero no basta.

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