No a la dimisión de Rita Maestre

La Conferencia Episcopal huele a sotana acre, a soberbia avinagrada, a semen rancio y seco. Si Dios existe, y eso es una cuestión particular de cada uno, hablaría muy mal de él que se sentara junto a los obispos, en olor de ambición, medievalismo y poder, en vez de acompañar a los cristianos que viven por amor la actualidad furiosa de la pobreza.

 

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