Sinceridad política

La hora de la verdad: el PSOE decide y se define o a la izquierda o a la derecha.

Los valores son la guía y la respuesta más honrada en épocas de confusión. Las sobreactuaciones, las tácticas y las estrategias son inevitables cuando se pone en marcha una representación. Pero el espectáculo siempre adquiere un sentido último si llega la hora de la verdad. La sinceridad del pensamiento necesita encarnarse en las palabras que no quieren mentir. La sinceridad de la política se encarna en los actos que quieren representar unos valores. Buscar la perfección está de más. Se trata de buscar la máxima cercanía posible con aquello que uno quiere ser.
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2 Comments

  1. Pilar Vaquero el 10 abril 2016 a las 11:57

    Dudo de la capacidad de los actuales dirigentes del PSOE, los que se ven y los que pontifican desde alturas inalcanzables para ningún mortal, de optar por algo que pueda suponer una ruptura con el pasado, que suponga un riesgo, una transformación real, porque a lo largo de estos años de democracia, han ido confundiéndose con una idea según la cual, la clave no es obligar al «rico» a serlo menos, sino acercarse cada vez más a la posibilidad de serlo.

    El mundo está cambiando y algunas estructuras han perdido tanto la libertad como la capacidad de ser fuerza de transformación social.

    Tiempos difíciles



  2. J.K. el 14 abril 2016 a las 00:16

    Muchos de quienes conocimos a la izquierda abnegada e idealista de los sesenta y setenta abjuramos de esta radiografía con que ahora se nos quiere ocultar la verdad. A este respecto, me pareció muy oportuno el reciente artículo de J. Cercas en El País destapando a la que denomina «Izquierda Pija». Yo le añadiría la repulsa que me produce recordar la hipersensibilización de los tiernos corazones españoles ante los horrores que ocurrirían en Irak y comparar aquella histeria hipócrita con el inhumano desdén que ahora se dedica a los trescientos mil muertos sirios y a esa tragedia de los refugiados que debería avergonzarnos y apenas nos conmueve. Solo preocupa la obsesión con el tío Sam, igual que en tiempos pasados se clasificaban los funerales según los muertos fueran de primera, segunda o tercera.