Nuestro tiempo
Aprender de los propios errores sería la verdadera novedad en la historia de la izquierda.
71 diputados son muchos diputados.
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nuestro_tiempo_52003_1023.html
Admirado Luis:
Cuando aparecí por este blog respondías cortesmente. Después empezaste a constatar mis disidencias puntuales y cambiaste la buena educación por el silencio. Me asombra y me apena que una persona de tu categoría caiga en la lamentable conclusión de confundir a la derecha con quienes somos críticos con la aburguesada y apolillada izquierda actual. Es un argumento que por simplificador y superficial decepciona mucho y que parece más propio de los adversarios futbolísticos.
Tu artículo de hoy es de una tendenciosidad inquietante. Empiezas invocando a la autocrítica y al imprescindible reconocimiento de errores, para precipitarte (como el mamporrero J. Marías en su columna dominical) hacia un conclusión insostenible, como es la de recordar con cierto triunfalismo la consecución de 71 diputados por una coalición que esperaba (al margen de previsiones y encuestas) no menos de 90. Eso es un fracaso estrepitoso, pues la suma de uno más uno quedó en uno en vez de en dos. Y se debe, en su mayor parte, al desdén y desprecio con que Pablo trató a Pedro, a la falta de respeto que le dirigió a IU y a la finta ridícula de acercarse a posiciones socialdemócratas en vísperas de la votación, como el listillo que sorprende robando la cartera en el pantalón del despistado. Tanto trilerismo de bocazas redicho y cínico fue castigado en las urnas, del mismo modo que al risueño Rivera lo delató su descarado oportunismo y a Sánchez su escasa talla política. Si Rajoy subió 14 diputados respecto a diciembre, después del acoso y derribo que sufrió y del constante goteo de corrupciones descubiertas, solo se puede concluir que el pueblo desconfió de quienes se proclamaban sus sustitutos.
Me parece muy recomendable leer el análisis de Ekáizer en El País, titulado «La trampa», tan recomendable como no despreciar ni descalificar a quienes no piensan como nosotros. Y, por favor, no hagas mención de los años setenta. En aquella época existía ilusión e ideología, no ramplonería y revanchismo.
Mis respetos, excelente escritor.
P.D.- Si yo tuviera tu acceso a la prensa escribiría un artículo proponiendo un referéndum para saber si los españoles están de acuerdo con los salvajes recortes o no los quieren. Siendo el NO el resultado seguro, me escondería después cual conejo como el irresponsable ZP, argumentando que un gobernante debe actuar acorde con el pueblo. Y todo esto lo digo porque, al contrario de la casi totalidad de los españoles, no tengo nociones de economía y sí creo que hoy por hoy estamos de rodillas ante Berlín y Bruselas, no como los rebeldes sudamericanos ante la bota gringa.
Perdona J.K.,no tengo conciencia de haber dejado de contestarte por tus disidencias. Tengo conciencia de tener desatendido el blog.
¿Cuáles son tus disidencias?
Respecto al artículo de hoy, quizás no entiendas que yo considere algo positivo que a la izquierda del PSOE haya 71 diputados. Para mí es una noticia, porque la vez que más diputados tuvo mi opción fue en 1978 y tuvo 23.
La política no es una campaña de consumo. En el tiempo del consumo, lo importante puede ser la evidente soberbia de Pablo, el que mucha gente se creyese que iba a asaltar los cielos y que Rajoy tenga 14 diputados más que en diciembre. Es lo que repiten como loros los medios. Pero en el tiempo que a mí me importa, lo importante es que el PP está lejos de la mayoría absoluta y que la izquierda, después de todos sus errores, tiene 71 diputados. Olvidar eso es el error más grave que puede cometer la izquierda.
Bueno, y perdona si a veces se me pasa contestar.
Un abrazo y gracias
Luis
Si algo agradezco al hecho de ir envejeciendo es la suerte de obstinarme en buscar la objetividad, huyendo del maniqueísmo manipulador. Tan ridículo fue atribuirle a ZP la culpabilidad de todos los males como intentar achacarle al PP el monopolio de la corrupción. Inculpando a los demás me exculpo yo, sería el eslógan implícito.
Y esa retórica destructiva fue un fracaso que se pagó carísimo en las urnas. Sobre todo porque al otro lado de la balanza no se escuchaban mensajes esperanzadores, solo negatividad y crispación orquestada. Se trataba de medrar a costa de los deméritos del enemigo, no de los méritos de uno. La gente se decía: «Bien, pensemos que se acaba con la corrupción, o sea con lo negativo…¿Y qué sería lo positivo?, ¿conseguiremos salir del paro si votamos a Pablo?»
Habría que preguntarse cómo fue que el escándalo continuo del PP le proporcionó un premio de 14 diputados más, cómo fue que los partidos que deberían haber recogido automáticamente el descontento popular naufragaron, cómo fue que IU se dejó seducir por el canto de sirenas de un sandinista trasnochado, cómo fue que el PSOE eligió de timonel a un trepa antipático que solo sabe criticar, cómo fue que tantos ingenuos consideraron a Rivera el nuevo líder de la derecha. Pero el 26 J el pueblo (ahora tonto, ahora sabio) renunció a los experimentos y, o bien aceptó que la corrupción emana de si mismo (nuestros políticos pertenecen a nuestra corrupta sociedad) o hizo uso del famoso: «Más vale malo conocido..
Podemos desaprovechó la magnifica oportunidad de pactar con el PSOE porque, borracho de soberbia, estaba convencido de que en la segunda vuelta no lo necesitaría, y el PSOE, aspirante al título, se tuvo que conformar con no quedar el tercero. Muy triste.
Creo que si un partido prometiera reducir los impuestos hasta casi cero, anulara los recortes, bajara el iva cultural al cinco por ciento, suprimiera los parquímetros, y pregonara a todas horas la posibilidad de un futuro «auténticamente progresista y reformista» tal vez consiguiera más votos que Robin Jú y sus redichos muchachos, entre los cuales me asombró encontrar a los coherentes de IU.
Luis, muchas gracias por contestarme. Lo digo con sinceridad y todo el respeto.
Y si consideras que aquí no tengo sitio tampoco me extrañaría. En el de otro célebre me organizaron una lapidación colectiva que ni su creador se atrevió a interrumpir.