Un trono a la intemperie
Eso es la poseía: un trono a la intemperie, un poder sin dogmas, un país propio de verdad, una pluma de pájaro con olor a tierra o a panadería. Lo escribió Ramón López Velarde en La suave patria (1921), el poema que dedicó al México vivido de sus ciudades, sus estaciones de tren, sus balcones de palmas bendecidas, sus costumbres y sus muchachas o su mujerío: un trono a la intemperie.
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