Explicarse, darse explicaciones
Antonio Machado era un escéptico con creencias. Por eso creó a Juan de Mairena, un personaje capaz de dudar hasta de las propias dudas. Cuando se dirigía a sus alumnos, reconocía que intentaba enseñar lo que pudiese ser más fecundo para ellos, pero confesaba que él mismo no era más que «un alma siempre en borrador, llena de tachones, de vacilaciones y de arrepentimientos».
Acostumbrado a lidiar con la duda y la angustia, comprendió pronto el peligro de confundir un escepticismo ético, dispuesto a cuestionar los dogmas, con el cinismo del que practica esa forma de complicidad con la injusticia que suele llamarse relativismo.
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