La Constitución y uno más
Juego estos días a preguntarme qué significa para mí la palabra Constitución. Después de decirme y desdecirme, de escribir y tachar para volver a escribir encima de la tachadura, me decido a quedarme con esta definición para andar por casa, por la casa de mis preocupaciones: la Constitución es el relato mantenido de un diálogo generacional que se toma el tiempo necesario para inventar una verdad compartida.
Está claro que abro una negociación con mis preocupaciones. Vivo en un mundo en el que la mentira juega con la aceleración tecnológica para vestirse de posverdad, mientras la palabra libertad encara el futuro como un regreso a la ley del más fuerte y a las desregulaciones del siglo XIX. Libertad y verdad son dos palabras indigentes, igual que política, igualdad y derecho, las raíces fraternales de la democracia.
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