La lengua como democracia

La lengua es el mayor patrimonio público de una comunidad. Son muchos los estudios que han investigado la complicidad de las palabras, el poder y la democracia. El arte de las buenas conversaciones alimentó la capacidad comunicativa de la razón ilustrada del mismo modo que la pérdida del pudor lingüístico derivó en el peligroso empleo de la manipulación colectiva. Los discursos totalitarios necesitan palabras que fomenten el odio y conviertan al otro en un enemigo y a sus diferencias en una amenaza que se debe tratar de forma castigadora. La crispación, los esquematismos caricaturescos y las argumentaciones demagógicas que caracterizan una parte de los debates políticos actuales juegan con el fuego que quemó a sociedades como la Alemania nazi o la Unión Soviética de Stalin. El desprestigio de la democracia empieza por la degradación del lenguaje.

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