Ahora, feminismo

Aunque él mismo no se aplicó la lección, el poeta Jaime Gil de Biedma me enseñó que envejecer tiene su gracia: es igual que aprender a bailar cuando se es joven. Uno debe ser consciente de dónde pisa y procurar seguir un ritmo que ya no se ajusta del todo a la propia experiencia. Es verdad, los años son un conjunto de achaques y escaleras que mejor no subir, de camisas que mejor no vestirse, de renuncias y pertenencias que mejor no poner en juego. Pero los años son también una lección aprendida, un derecho a mirar los movimientos de la fiesta que baila. Y eso tiene sus ventajas.

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