¡Cuidado! Ni más solos, ni más lejos, ni más débiles, ni más líquidos, ni más superficiales

El optimismo y el pesimismo deben barajarse con cuidado porque definen el desvelo de nuestra conciencia, la frontera que de forma inevitable se establece entre el ser y el estar, entre lo que somos y el lugar que habitamos. Si malo es caer en la ingenuidad, malo es también permitirle a la lucidez que nos empuje hasta esa puerta del infierno en la que hay que abandonar toda esperanza. Se trata de resistir: así andamos o navegamos hoy. Resulta conveniente no darse por perdidos, ni pensar que el futuro será un camino de rosas. Conviene que los versos de nuestro tiempo cultiven con disciplina la sabiduría fronteriza de un optimismo melancólico o de una melancolía esperanzada.

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