Perder la vergüenza

El sentido del ridículo es propio de personas con buen sentido y supone una conciencia de respeto a la comunidad. Igual que el amor, el sentido del ridículo confirma que nuestra identidad resulta inseparable de la mirada de los otros, una necesidad de reconocimiento en la que juegan un papel importante la comprensión y el respeto de los demás. Bajo la sensación de ridículo que a veces se siente en la intimidad, se dibujan en toda su amplitud las fronteras de la convivencia y el orden. Las situaciones en las que el ridículo se desborda de manera pública conducen a una pérdida grave de la vergüenza. Y cuando fallan, por el otro lado, la comprensión y el respeto brotan los impulsos de desprecio y autoafirmación supremacista que sustituyen el orden por la violencia.

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