Imaginar el futuro

El tiempo humano parece un idioma, mantiene su unidad en la diversidad. Los años y la geografía matizan la forma de hablar, el tono y el vocabulario, pero las variedades no rompen una lengua, aunque suene de forma distinta en Salamanca o en Cádiz, en Barcelona o en México. El tiempo que llevamos en el corazón se comporta de la misma manera, porque el presente no llega nunca a separarse del pasado. También resultan una falsificación las utopías que se instalan en el futuro sin mantener los pies en el presente. Resultan muy peligrosos los dogmas que nos quieren regir desde el futuro, sustituyendo la voluntad presente de imaginar un futuro discutido en común.

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