La alegría ya viene
Acabo de estar en Chile. Primero, en Valparaíso, la ciudad en la que Pablo Neruda edificó una de sus casas. Las ventanas de la Sebastiana se vuelcan en el mar y lo obligan a mezclarse con las butacas, las camas y los recuerdos. El mejor coleccionista de objetos raros es sin duda el mundo, pero Neruda le sigue de cerca. El poeta tenía muchos motivos para amar a Valparaíso y llenarlo de recuerdos, pero el principal creo que fue lo que él llamaba su misión de amor, su mejor poema, la llegada a puerto del Winnipeg, un barco en el que salvó a 2.500 republicanos españoles de los campos de concentración franceses y de las garras del nazismo. La historia se hizo hospitalizada para darle amor en Chile a “la madre remota / que me otorgó la sangre y la palabra”.
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