Calle Lepanto

Nací en Granada, en diciembre de 1958, en la calle Lepanto, una calle que albergaba la historia de la posguerra española. A espaldas del ayuntamiento, más que recordar la batalla histórica en la que Cervantes se quedó manco, la calle resumía bien el aire del país provinciano, humillado y triste en el que yo viví una infancia feliz. Había una casa de socorro, un despacho de quinielas, una carbonería llamada Cisco y Tierra, una taberna en la que preparaban buenos bocadillos de atún, unas dependencias de la Cruz Roja, otra taberna con 7 puertas, una oficina del Granada Club de Fútbol, una ventanilla para despachar las entradas a las corridas de toros y la casa de mis abuelos.

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