Invitación a tocarse el cuerpo
Los primeros paseos por la playa me devuelven a la costumbre de mirar los cuerpos. Las orillas del mar mantienen un calor o una humedad democrática que reúne cuerpos de toda condición, realidades masculinas, femeninas, gordas, delgadas, jóvenes, viejas, guapas, feas, orgullosas o tímidas. La realidad es flexible porque está acostumbrada a existir y a gobernarnos.
De pronto me saluda una vieja amiga a la que tardo en reconocer. Qué bárbaro, que mal le ha quedado esa operación en la cara, me dice después el cuerpo de mi mujer que camina al lado de mi cuerpo. Los seres humanos han querido aprovecharse de las flexibilidades de la realidad para intervenir en ella, y a veces con poca prudencia. Religiones, credos políticos, sueños patrióticos y raciales saltaron del pasado al futuro para reescribir la historia o imponer un destino.
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