Conversaciones de verano

Conversar no es lo mismo que discutir, aunque a veces las conversaciones acaben en discusión. Las voces verdaderas, como nos advirtió Antonio Machado, tampoco pueden confundirse con los tenores huecos o con el coro de los grillos que cantan a la luna. Pienso en estas cosas, porque me gustan las conversaciones de verano, sin límites ni urgencias, palabras que surgen en las sobremesas y se apoderan desde perspectivas imprevistas de la memoria de los amigos. La amistad aquí es un modo de llamar a la vieja confianza que se da entre los que pueden hablar sobre cualquier cosa, un libro, el novio de una amiga, un equipo de fútbol, una película, un recuerdo sobre el que disentirse o sobre el que reírse. Haber hecho el ridículo juntos crea también complicidades.

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