Dejemos en paz a las lenguas
Es una triste noticia que se involucre a las lenguas en peleas políticas coyunturales, sobre todo cuando el debate deriva hacia una estrategia de crispación que exige el falseamiento de la realidad, las ofensas y las manipulaciones. Las lenguas maternas forman parte de la identidad, de la raíz más profunda de sus hablantes, y ofenderlas o someterlas a coyunturas crea heridas íntimas. Confieso que siento una inmediata antipatía ante cualquier persona, política o no, que desprecia la manera que tenemos los andaluces de pronunciar el español. Es la manera en la que yo aprendí a relacionarme con la vida.
El español, con 489 millones de hablantes nativos, es la segunda lengua del mundo detrás del chino mandarín. Y con casi 600 millones de usuarios, es la segunda lengua de comunicación internacional detrás del inglés. Salamanca, Bogotá, Buenos Aires, Los Ángeles, Cádiz, Lima, Aguascalientes, Malabo… No se habla mejor ni peor en ningún sitio, cada cual habla según sus matices. La diversidad respetada asegura la unidad y la gran riqueza de nuestro idioma.
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