El jardín extranjero (Precedido de poemas de «Tristia»)
Título: El jardín extranjero (Precedido de poemas de "Tristia")
Autor: Luis García Montero
Año de publicación: 1999 2ª Ed.
Lugar:
Editorial: Hiperión
Sonata Triste Para La Luna De Granada
A Marga
«Le ciel est par-dessus le toit.»
Paul Verlaine
Esta ciudad me mira con tus ojos,
parpadea,
porque ahora después de tanto tiempo
veo otra vez el piano que sale de Ia casa
y me Ilega de forma diferente,
huyendo del saión,
abordando Ias calles
de esta ciudad antigua y tan hermosa,
que sigue solitaria como tu Ia dejaste,
cargando con sus plazas,
entre el cauce perdido del anheio
y al abrigo del mar.
Si estuvieras aquí
nada hubiese cambiado sino el tiempo,
el cadáver extrafío de sus rios
que siguen sumergidos
como tu los dejaste.
Ahora
siento otra vez mi cuerpo poblarse de veletas
y lo veo entendido
sobre generaciones de ventanas antiguas
mientras Ia noche avanza solitaria y perfecta.
Somos de una ciudad
cargada de paciência,
que no conoce el suefio de los invernaderos,
ni ha vivido Ia extraña presencia del amor.
Como pequenas verias
los comercios esperan para abrirse mañana
y el desco no existe
más alla de Ia luna de los escaparates.
Hemos soñado ya todos los sueños,
hemos vivido aqui
donde Ia historia olvida sus raíles vacíos,
donde Ia paz es negra y se recoge
entre plazas cerradas,
sobre tabernas viejas,
bajo el borde morado del misterio.
Alguna vez soñamos
con un mundo distinto:
era cuando el imperio perdido del azúcar
y llegaban viajeros
al olor de Ia industrial
Las calles se Ilenaron de motores rugientes
y Ia frivolidad
como una enredadera brillante por los ojos
nos ofreció de pronto
templada carne, lámparas de araña.
Parece que os recuerdo
abrasados ai mundo entre trajes de hilo,
entre Ia piel hermosa de una época
que nos dejó sus árboles,
el corazón grabado
sobre Ias pitilleras, y su dedicatoria
en Ias fotografias.
Abora
cuando el destino ya no es una excusa
sino Ia soledade,
y los cieios están bajo el tejado
corno tu los dejaste,
todo recuerda un sueño sucio
de madrugada.
Aqui
no tuvimos batallas sino espera.
La guerra fue un camión que nos buscaba,
detenido en Ia puerta,
partiendo con sus ojos encendidos
de espia
y al abrigo del mar.
Más tarde
entre canciones tristes de marineros rubios
todo quedó dormido.
De balcón a balcón
oímos Ia posguerra por Ia radio,
y lejos,
bajo Ias cruces frias de Ias plazas,
ancianas sombras negras pascaban
sosteniendo en Ias manos
nuestra supervivencia.
Esta ciudad es intima, hermosamente obscena,
y tus manos son pálidas
latiendo sobre ella
y tu piel amarilia, quemada en el tabaco,
que me recuerda ahora
Ia luz artificial del alumbrado.
Vuelvo hacia ti. Mi corazón de búho
lo reciben sus piernas.
Corno testigos mudos de Ia historia
acaricio Ias cúpulas perdidas,
palacios en ruina,
fuentes viejas
que recogen Ia luna
donde van a esconderse los últimos abrazos.
Verdes en el cansancio
de todas Ias esquinas
esta ciudad me mira con tus ojos de musgo,
me sorprende tranquila
de amor y me provoca.
Amanece
moradamente un día
que tas calles compartem con Ia Iluvia.
La soledad respira más allá de Ias gruas
y mi cuerpo se extiende
por una luz en ceio que adivina
los labios de Ia sierra,
Ia ropa por Ias torres de Granada.
La madrugada deja
rastros de oscuridad entre Ias manos.
Oigo
una voz que clarea. Lentamente
los tejados sonrien cada vez más extensos,
y así,
como una ola,
entre Ia nube abierta de todos los suburbios,
esta ciudad se rompe sobre Ias alamedas,
bajo los picos últimos
donde Ia nieve aguarda
que suba el mar, que nazca Ia marea.