Negarse a la equidistancia

Siempre es peligroso que la vida se convierta en un monólogo. Así se pudren las aguas más envenenadas del yo. Para evitar que las envidias, las impotencias y las obsesiones pierdan el sentido del pudor, más que monologar con el veneno interior, conviene mantener una conversación con la propia conciencia. Hablar con la persona que va junto a nosotros, escuchando la cara y la cruz de las cosas, es mucho más aconsejable…

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