Cómprame un código – EL PAIS Andalucía
Los jueces nos regalan con frecuencia su pequeño espectáculo. Un juez de Sevilla puede absolver a dos periodistas después de afirmar en su sentencia que han engañado y actuado con una falta absoluta de profesionalidad, mientras un juez de Madrid condena a la cárcel a otros dos periodistas aunque admite que sus noticias eran veraces y de interés público. No está nada mal a la hora de preguntarnos por nuestra justicia.
Seguir leyendo en EL PAIS Andalucía – 31 enero 2010
Esto si que es casualidad; acabo de entrar en esta web y el artículo de mi respetado Luis, versa en cosas muy parecidas al que esta mañana coloqué en mi blog: «La desverguenza de la política». Es un tema que no suelo tocar en mi espacio, pero que a veces no tienes más remedio que hacerlo.
Tambien hablo de un juez, pero éste que supongo que lo mandarían a galeras, cuando mandaba el PP, tuvo el arrojo y la osadía de admitir a trámite una denuncia que interpuse hace varios años, contra el presidente Aznar, por incumplir una promesa electoral.
No fue un hecho para darse notoriedad, no, para nada; fue un acto reflejo de la impotencia con la que se puede sentir un ciudadano de a pie; me explico:
Regentaba una tienda en pleno centro histórico de Valencia. Unas obras integrales del barrio, estranguló mi calle, mi negocio. No se podía andar ni por aceras, toda la calle era un socavón de tres metros de profundidad a línea de fachadas. Tuve que cerrar el negocio provisionalmente durante meses. Un día, me llega el IAE, el mismo que había prometido Aznar antes de ser reelegido presidente del Gobierno. Indignado me fui al ayuntamiento a intentar que me lo quitaran, por dos motivos, por ser una promesa y por tener mi negocio cerrado por causas municipales. La respuesta de la secretaria de Doña Rita, fue: «Pero usted se fía de lo que prometen los políticos? no se iluso hombre…»
Dicha denuncia fue el detonante, para que columnistas de todo el pais, televisiones, radios, intervíu, etc, se hicieran eco de este acto de impotencia y de sublevación ante las mentiras descaradas. El juez la admitió a trámite, la mandó al supremo; la bola fue creciendo hasta que el presidente del gobierno tuvo que rectificar y cumplir la promesa que hizo ante los medios de comunicación. El impuesto fue abolido para siempre.
Creo que fue Fernando Delgado, quien en una columna tituló «David vence a Goliath», ese David era un ciudadano anónimo que encendió la mecha de los truenos; cosa que desgraciadamente hay que hacer para que ciertas cosas cambien.
Luis, me tomo nota del libro de mi ilustre paisano.